El Papa Francisco hace un llamamiento al «diálogo constructivo y al respeto de la legalidad internacional» para garantizar la paz de los pueblos del Mediterráneo oriental. Al finalizar el Ángelus del domingo 30 de agosto, recitado con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro —respetando las medidas de seguridad en vigor para contener los contagios de coronavirus— y con los que desde distintas partes del mundo le seguían a través de los medios de comunicación, el Pontífice ha expresado sus preocupaciones por las crecientes tensiones en la zona «afectada por varios focos de inestabilidad» y ha deseado el final de los conflictos. Un llamamiento repetido al día siguiente con un tuit publicado en la cuenta @Pontifex: «Sigo con preocupación las tensiones en la zona del Mediterráneo oriental y hago un llamamiento al diálogo constructivo y al respeto de la legalidad internacional para resolver los conflictos que amenazan la paz de los pueblos de esa región».
Antes de la bendición final Francisco también recordó que la Jornada mundial de oración para el cuidado de la creación — que se celebra el 1 de septiembre se inaugura el “Jubileo de la Tierra” celebrado por Iglesias y comunidades cristianas hasta el 4 de octubre — e hizo referencia al desastre ambiental en los días pasados en la costa oriental de Isla Mauricio.
Anteriormente, el Pontífice había dedicado su reflexión introductoria al pasaje evangélico de la liturgia dominical (Mateo 16, 21-27), en el cual Jesús indica a los discípulos el camino de la cruz. Para ellos, explicó el Pontífice, «la cruz es algo incómodo, la cruz es un “escándalo”»; al contrario, «Jesús considera “escándalo” el huir de la cruz, que sería como eludir la voluntad del Padre, a la misión que Él le ha encomendado para nuestra salvación». Por esto Él les exhorta a «renunciar a sí mismos» — que no significa «un cambio superficial, sino una conversión, una inversión de mentalidad y de valores» — y a «tomar la cruz».
No se trata solo de «soportar con paciencia las tribulaciones cotidianas — aclaró Francisco — sino de llevar con fe y responsabilidad esa parte de cansancio, esa parte de sufrimiento que la lucha contra el mal conlleva». De esta manera «el compromiso de “tomar la cruz” se convierte en participación con Cristo en la salvación del mundo». De aquí la invitación del Pontefice: «hagamos que la cruz colgada en la pared de casa, o esa pequeña que llevamos al cuello, sea signo de nuestro deseo de unirnos a Cristo en el servir con amor a los hermanos, especialmente a los más pequeños y frágiles».