El padre Alexandre Awi Mello, de casi cincuenta años, es desde 2017 el secretario del Dicasterio para los laicos, la familia y la vida. Como director nacional del Movimiento de Schoenstatt en su país, pudo seguir de cerca al Papa Francisco en su primer viaje internacional del pontificado con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro. En esta entrevista el sacerdote brasileño cuenta al L’Osservatore Romano la propia experiencia de esos días y habla de las perspectivas de la pastoral juvenil en este tiempo marcado por la pandemia.
Del 22 al 29 de julio de 2013, exactamente hace siete años, la gente de Brasil - la nación con el mayor número de católicos en el mundo - pudo ver con los propios ojos al nuevo Pontífice, que llegó para celebrar la que fue definida como “una JMJ al ritmo de samba”. Usted que es nativo de la metrópoli carioca, ¿qué recuerdos personales conserva con mayor afecto?
Ciertamente recuerdo sobre todo la calurosa acogida que el pueblo brasileño y los jóvenes de todo el mundo dieron al Papa. Él mismo dijo que estaba impresionado con esto. Guardo en mi memoria inúmeros gestos de cariño entre él y el pueblo, como por ejemplo en el encuentro privado con ocho jóvenes privados de libertad. En aquella ocasión, su capacidad de escucha – atenta, paciente y empática – me marcaron profundamente. Para mí fue también significativo acompañar al Santo Padre en el Santuario de Aparecida, donde nos conocimos y trabajamos juntos durante la inolvidable experiencia de la V Conferencia del CELAM (2007), cuyas líneas marcan aún hoy su pontificado.
En la primera JMJ del Papa Bergoglio muchos quedaron impresionado por la invitación que hizo a los jóvenes argentinos a “hacer lío”. ¿Usted cree que está invitación ha sido acogida? ¿Se puede hablar de una nueva generación de católicos ya no encerrados en las sacristías sino capaces de salir hacia el mundo como continúa pidiendo el Pontífice?
Aquel encuentro con los jóvenes argentinos no estaba previsto y el discurso fue totalmente espontáneo; brotó de su corazón entusiasta de pastor. En aquel tiempo yo trabajaba en Brasil con jóvenes y puedo asegurar que la invitación del Papa fue muy bien acogida. Fue el primer signo de la importancia que los jóvenes habrían adquirido en este pontificado. Con la JMJ de Río y el fuerte impulso misionero dado a los jóvenes, el Papa iniciaba un camino que culminaría en el Sínodo sobre “los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional” (2018) y la publicación de Christus vivit; un camino que sigue en plena etapa de implantación por medio de tantas iniciativas en nuestro Dicasterio y en todo el mundo.
Usted que tuvo un rol significativo en la JMJ de Río, ¿habría imaginado ser llamado para organizar otra en el continente americano: la de Panamá en 2019?
¡Ser intérprete del Papa en Brasil fue una experiencia absolutamente inusitada! ¡En realidad no tuve mucho trabajo, visto que el Papa se comunicaba muy bien con los brasileños y todos entendían la fuerza de sus gestos y la ternura de sus palabras! Jamás habría imaginado colaborar tan directamente con otra JMJ en América Latina, menos aún estando de parte de la Santa Sede. Pero debo decir que, en lo personal, superó la experiencia de Río. Trabajar en la JMJ de Panamá fue una fuerte vivencia de comunión eclesial: el profesionalismo y la alegría del Comité Organizador de Panamá, unidos a una gran apertura y flexibilidad, me marcaron profundamente.
Entre los miembros del Movimiento de Schoenstatt, al que usted pertenece, está profundamente enraizada la devoción a la Virgen. En tal óptica, ¿piensa que Francisco es un Papa mariano?
No tengo ninguna duda de esto. Más que una simple devoción, se trata de una espiritualidad mariana, enraizada en el santo Pueblo fiel de Dios, que marca la visión y el proyecto eclesial de su pontificado. Tuve la gracia de hacerle dos entrevistas, escribir un libro y una tesis doctoral sobre este tema. El amor del Papa a la Virgen tiene todo que ver con la visión de una Iglesia en salida, con la revolución de la misericordia y de la ternura, y con la imagen de una Iglesia con trazos femeninos y maternales que él está promoviendo.
Finalmente una pregunta sobre la próxima edición de la Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar en Lisboa, Portugal, en agosto 2023. Inicialmente prevista para el 2022, ha sido pospuesta un año por la emergencia del coronavirus. ¿Considera que las limitaciones y el aislamiento impuestos para afrontar el covid-19 puedan alejar a los jóvenes de la práctica religiosa?
Sinceramente creo que la pandemia está siendo una oportunidad para hacer llegar de forma diferente a los jóvenes la propuesta cristiana. El valor de la familia, de la comunicación, de los vínculos personales, del cuidado intergeneracional, de la solidaridad y tantos otros valores evangélicos están siendo ampliamente difundidos durante este tiempo particular. La Iglesia está aprendiendo también a hablar otros lenguajes. Espero que, superada ya la pandemia, la JMJ de Lisboa sea una gran oportunidad para recoger las lecciones aprendidas en este tiempo y que sea, para los jóvenes de todo el mundo, la posibilidad de encontrarse de nuevo personalmente para alimentar su fe de discípulos y ser enviados como misioneros a un futuro quizás difícil e incierto, dando “espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar”, como dice el Santo Padre. Imagino a jóvenes que, volviendo a sus países, se sientan llamados a comprometerse en nuevas formas de hospitalidad, fraternidad y solidaridad, y que puedan “contagiar” sus comunidades con renovada esperanza cristiana.
de Gianluca Biccini