No se improvisa en la Guardia Suiza pontificia. Hay todo un camino formativo y espiritual a seguir con compromiso y determinación. Porque antes de ocuparse de la seguridad y protección de la persona del Papa, uno debe aprender a conocer el Evangelio y sus principios. Así lo subrayó en esta entrevista a L'Osservatore Romano el capellán del Cuerpo, don Thomas Widmer, con motivo del inicio de la escuela de verano para reclutas.
¿Cuáles son los objetivos de la escuela?
Es importante que los reclutas puedan entrar en el servicio bien preparados, listos para asumir los deberes relacionados con su tarea. La primera parte del proceso de entrenamiento se está llevando a cabo en el Vaticano. En otoño, junto con la próxima escuela de reclutas, se dará la segunda parte del entrenamiento en los cuarteles militares de Isone, Suiza. En ese entorno los reclutas asimilarán y profundizarán las habilidades, a su vez actualizadas y necesarias, de las tácticas y la seguridad correspondientes a su papel de defensa del Santo Padre. Pero es esencial que esta tarea nazca y se profundice en sus corazones.
¿En qué sentido?
Aquí entramos en la dimensión de la fe. En primer lugar son hombres, amados y queridos por Dios con una misión a descubrir cada vez más profundamente. Mi objetivo como capellán es siempre fomentar su experiencia personal con Jesús: encontrarle y seguirle como modelo de servicio y donación, de hecho, da una nueva calidad a sus vidas.
¿Cuáles son las prioridades en la preparación de los reclutas?
Por un lado está el entrenamiento de seguridad, que es su principal tarea. Luego, hay un área que concierne al conocimiento del lugar de trabajo, las tareas individuales y el desempeño del servicio de honor. La otra parte del entrenamiento se refiere al aspecto espiritual. Trato de ofrecerles los fundamentos de nuestra fe y vida cristiana. Creo que la escuela de reclutas les permite compartir experiencias personales bajo la bandera de la fe.
¿Cómo se cultiva esta dimensión espiritual?
En la escuela dedico unas horas a la semana a la catequesis con los nuevos reclutas. Pero creo que la experiencia de la fe va más allá de estos momentos estrictamente formativos: la vida cotidiana en el barrio suizo, dentro del Vaticano, incluye muchos momentos de compartir en comunidad.
En esta fase de emergencia sanitaria, ¿qué ha cambiado en el servicio de los guardias?
Esencialmente el servicio ha permanecido ordinario, con pequeños cambios: por ejemplo, la necesidad de llevar mascarillas en las entradas del Vaticano o de medir la temperatura a quienes entran al Palacio Apostólico. En cambio, el servicio de honor se reduce al mínimo. Esto está relacionado con el hecho de que menos gente viene al Vaticano. Las audiencias y misas presididas por el Papa son sin o con pocos fieles. Espero que los Guardias puedan reanudar pronto el servicio de honor siempre que sea posible.
¿Cómo está planeando la época después de la pandemia?
Paso a paso, nos estamos adaptando a las nuevas regulaciones dictadas por nuestros superiores. Ahora que se reanuda el movimiento de personas, ciertamente todavía se necesitan algunas medidas de seguridad que ya han sido probadas. Sin embargo, sobre todo, espero que lo que hemos construido en nuestro interior, durante la experiencia de la pandemia, nos anime a seguir viviendo valores importantes como la solidaridad. De esta manera, podremos avanzar como antes y mejor que antes.
de Nicola Gori