El Papa recuerda que con la violencia no se obtiene nada y lanza un llamamiento a la reconciliación nacional
El racismo es un «pecado» que «no podemos tolerar». Preocupado por el «doloroso malestar social» que está incendiando Estados Unidos en estos días tras el asesinato del afroamericano George Floyd en Minneapolis, el Papa Francisco ha emitido una advertencia contra todas las formas de discriminación por motivos raciales. Y también ha condenado las demostraciones de violencia, invitando a todos a tomar el camino de la pacificación.
Dirigiéndose a los «queridos hermanos y hermanas de los Estados Unidos» conectados a través de los medios de comunicación con la biblioteca privada del Palacio Apostólico Vaticano -donde el miércoles 3 de junio por la mañana se celebró la audiencia general sin presencia de fieles, a causa de la pandemia de covid-19- el Papa les instó a no «cerrar los ojos ante ningún tipo de racismo o exclusión», lo que contradice expresamente la pretensión de «defender la santidad de toda vida humana». Al mismo tiempo, añadió, «debemos reconocer que la violencia de las últimas noches es autodestructiva. Nada se gana con la violencia y mucho se pierde».
Después, Francisco quiso asegurar su unión espiritual «con la Iglesia de San Pablo y Minneapolis, y con todos los Estados Unidos, rezando por el descanso del alma de George Floyd y todos los demás que han perdido sus vidas por el pecado del racismo», pero también «por el consuelo de las familias y amigos afligidos». Del Pontífice, por último, la esperanza de que pronto habrá una «reconciliación nacional» en el país: una esperanza confiada de manera especial a la Virgen de Guadalupe, «Madre de América», para que «interceda por todos los que trabajan por la paz y la justicia».
Anteriormente, continuando con el ciclo de catequesis inaugurado el 6 de mayo, el Papa habló de la oración de Abrahán. Dijo que es «el hombre de la Palabra» porque «escucha la voz de Dios y confía» en él, mostrando así que «la vida del creyente» debe «concebirse como una vocación, es decir, como una llamada, como un lugar donde se cumple una promesa».
Recorriendo las páginas de la Biblia se descubre cómo Abrahán vivió «la oración en continua fidelidad a esa Palabra, que periódicamente aparecía en su camino». En esencia, el Pontífice subrayó que en su vida «la fe se convierte en historia». Y él «con su ejemplo nos enseña este camino, este camino en el que la fe se convierte en historia». Dios, de hecho, «ya no se ve sólo en los fenómenos cósmicos, como un Dios distante que puede inspirar terror. El Dios de Abrahán se convierte en «mi Dios», el Dios de mi historia personal, que guía mis pasos, que no me abandona; el Dios de mis días, el compañero de mis aventuras; el Dios de la Providencia».
Con su testimonio Abrahán «se familiariza con Dios, capaz también de discutir con Él, pero siempre fiel», hasta «la prueba suprema», cuando el Señor «le pide que sacrifique a su propio hijo Isaac». Mirándolo, el cristiano aprende entonces «a rezar con fe: a escuchar al Señor, a caminar, a dialogar hasta el punto de la discusión». Porque, reiteró Francisco, incluso «discutir» y «enfadarse» con Dios puede ser «una forma de oración»: sólo un hijo, de hecho, «es capaz de enojarse con su padre y luego encontrarse con él de nuevo». De ahí la invitación final del Papa: «Aprendamos de Abrahán a rezar con fe, a dialogar, a discutir, pero siempre dispuestos a aceptar la palabra de Dios y ponerla en práctica. Con Dios, aprendemos a hablar como un hijo con su padre: a escucharlo, a responder, a discutir».